México: El silencio del cómic [mexicano]

Viva la vida, Astiberri, Abril 2011Marta & the Missing, Maureen Burdock

“Whose story is it anyway?” [¿De quién es la historia entonces?]

-Richard Kearney, On Stories (2002)

«To be completely honest, I’ve never been to Mexico.» [Para ser completamente honesta, nunca he estado en México.]

-Maureen Burdock, Marta & The Missing/Marta y las Desaparecidas (2010)

Hay de historias a historias. Éstas no existen en el éter, ajenas a todo contexto. El medio en que se cuentan es tan importante como el tema, argumento y tratamientos mismos. La lengua nacional o idioma en que se relata una historia es también esencial para la transmisión de su mensaje: la traducción nunca podrá transmitir la totalidad de significados que la versión original de un relato. La traducción es una solución intermedia a la que recurrimos por necesidad y no porque sea la forma ideal de acceder a una historia contada en una lengua que desconocemos. En el principio fue el narrador oral, y éste solía ser o un extraño viajero que traía noticias de las lejanías o una figura venerable de la comunidad, poseedora de conocimiento y autoridad. Los relatos tienen como función crear cohesión comunitaria y un sentido de identidad. Los pueblos son sus relatos, sus mitos y leyendas, que también alimentan sus sistemas de fe y conocimiento, y ayudan a delimitar las fronteras geográficas, ideológicas y culturales.

Así que no hay nada menos objetivo que una historia. Una historia siempre la cuenta alguien en una circunstancia determinada. Cuando se trata de relatar acontecimientos trágicos, reconocemos que hay quienes tienen una cercanía especial con los hechos, y éstos son precisamente quienes han experimentado directamente los sucesos. Por eso en los juicios se valora el testimonio del testigo, y de entre los testigos distinguimos entre los que sólo observaron y los que sufrieron directamente las consecuencias del asunto en cuestión. Como solía saber todo niño de primaria de mi generación, la historia rara vez contaba «la visión de los vencidos.» La historia (como las pirámides) la desenterraban los poderosos, los ricos, los que no eran de por allí.

También hay relatos y discursos que tienen más mercado que otros. México sigue gozando de un lugar privilegiado en la imaginación de escritores y artistas no mexicanos. En Inglaterra, donde he vivido los últimos 4 años, «México» es sinónimo de fiesta, sol, mar, burritos y fajitas, sombreros y bigotes, chile, cáctus, Frida Kahlo, colores brillantes y gritos de Speedy González. También están las noticias sobre la violencia, la contaminación, el caos urbano del DF, la pobreza. Pero en realidad, México para los no mexicanos suena a exótica felicidad, con el calor, luz y sensualidad que no tiene esta isla azotada por el mar del norte. Quizá la novela reciente que mejor sintetiza todo lo que interesa de México es The Lacuna de Barbara Kingsolver (2009). Es un libro bien escrito que sin embargo sólo se puede leer con ojos de extranjero: el lector mexicano, por más ignorante que sea, encontrará sus constantes explicaciones irritantes.

Esto me lleva al tema de la representación. El «imperio de los signos», el imaginario colectivo, construido y promovido por las industrias del entretenimiento del mundo desarrollado, impone narrativas estereotipadas que definen los horizontes de expectativas de los consumidores. De Speedy Gonzalez y los Tres Amigos, pasando por Pocahontas y los mayas de Mel Gibson a los aliens de James Cameron, el Otro está perpetuamente destinado al lugar común de la caricatura y la opresión.

A scene from Apocalypto (2006). Photograph: Cortesia/EPA.escena de Avatar, de James Cameron (2009)

Hay sin embargo alternativas y excepciones, y quienes con toda la buena voluntad del mundo se proponen acercarse a otras culturas con interés y respeto. En el medio del cómic tal es el caso de autores como Joe Sacco, Jessica Abel (con quien trabajé en su novela gráfica La Perdida, y que también traduje para la edición española), Guy Delisle, Stassen, Peter Kuper, Guibert/Lefèvre, Peggy Adam, Baudoin y Troubet y Maureen Burdock, entre muchos otros.

El medio del cómic es eminentemente visual, y su relación con la caricatura, que por definición aumenta/exagera/distorsiona/elimina rasgos característicos, le hace propenso a la controversia y a herir susceptibilidades culturales, religiosas y nacionales. (El caso de Tintin en el Congo es paradigmático, así como, recientemente y en menor medida, el de Memín).

Pero el tema que me interesa en este caso no es el de la corrección política o la hiper-sensibilidad cultural, sino el de la capacidad de «los pueblos» (que no son el occidente desarrollado, en este caso concreto léase Estados Unidos, Francia, Bélgica, Inglaterra) para contar sus propias historias, y ésto quiere decir para que sus historias, contadas desde su propio punto de vista, sean leídas, y para que se les pague por contarlas, etc.

El caso epecífico de la terrible violencia de género (feminicidos) en Ciudad Juárez sigue interesando a autores y editoriales fuera de México. Viva la Vida: Los sueños de Ciudad Juárez (2011) de los franceses Edmond Baudoin y Jean-Marc Troubet y Luchadoras (2009) de la también francesa Peggy Adam son ejemplos concretos donde un interés genuino en la situación en Juárez ha producido libros de cómic que se distribuyen con relativo éxito en las librerías europeas y estadounidenses.

Luchadoras

Como Luchadoras, Viva la Vida se pensó y se escribió en francés. Se llevó a cabo en un periodo de tres meses y su realización fue resultado del apoyo financiero del Programa de Fomento a la Publicación «Alfonso Reyes» del Ministerio de Relaciones Exteriores y Europeas y la beca Stendhal de Culture France otorgada a Edmond Baudoin. En el caso de la edición mexicana, publicada por Sexto Piso (Junio de 2011) y traducida por José Ramón Calvo, también se contó con el apoyo del IFAL y de la Embajada de Francia en México. La edición española apareció con anterioridad (en una versión distinta traducida por Ana Sánchez), en abril de 2011, y la edición francesa será publicada por el colectivo L’Association este mes de agosto.

Como en el caso del álbum bilingüe Marta & the Missing/Marta y las Desaparecidas, de Maureen Burdock, Baudoin y Troubet entablaron contacto con los mexicanos Francisco Arce y el estudio 656, e incluyeron su trabajo en las páginas 106-109 de Viva la Vida. Es imposible no notar que Francisco Arce, Marcos Porras y Oliver Lee Arce tienen una forma completamente diferente de relacionar su trabajo historietístico con la violencia fronteriza (o sea, hacen cómics de zombies y luchadores, en un estilo destinado a la industria de los superhéroes estadounidense).

Infestación, de 656 Comics, Ciudad Juárez

Infestación, de 656 Comics, Ciudad Juárez

Como lector de cómics, defenderé siempre el potencial del medio para contar todo tipo de historias, pero como mexicano me preocupa que hasta ahora sea sólo la visión foránea y primermundista la que determine los discursos sobre la violencia mexicana. También me preocupa que publicar cómics sobre México sólo sea viable si se es extranjero. Muchas veces, estos libros ni siquiera se pueden conseguir en el país, o están fuera del alcance de muchos lectores que podrían estar interesados.

Mientras México sigue siendo de gran interés (económico sobre todo, pero también cultural y artístico) para las editoriales, nuestro país ha sido incapaz de promover el cómic como forma no de propaganda oficial y partisana o educativa y gubernamental, sino como medio de expresión para que las víctimas se expresen directamente y sus historias personales sean escuchadas sin la mediación de un extranjero.

Aquí podríamos aplicar para el contexto mexicano lo que la teórica Gayatri Spivak se refería la preguntarse si el «sujeto subalterno podía hablar». Los franceses obtienen becas para publicar un hermoso libro sobre Juárez, pero los mexicanos de Juárez quieren publicar en Estados Unidos y hacer películas y vender figuras de acción. (Está también el hecho del género: ¿dónde están las historietistas mexicanas, qué historias están contando y sobre todo quiénes las están leyendo y publicando?).

La excepción que conozco al gran vacío narrativo en forma de cómic sobre la violencia en México es el trabajo de Édgar Clément. Considero su obra eminentemente «mexicana» (lo que sea que eso signifique), en el sentido que no se adecua necesariamente a los paradigmas estéticos y narrativos impuestos por los que dictan las modas del cómic mundial (Japón, Francia, Bélgica, Estados Unidos). La suya también es una obra a contrapelo, y por lo tanto inconclusa, y desconocida en gran medida por quienes están comprando los libros de Baudoin y Troubet y Adam.

página de Los Perros Salvajes, de Édgar Clément

página de Los Perros Salvajes, de Édgar Clément

No hay nacionalismos en mi argumento: bienvenidos los esfuerzos por dar a conocer a más gente lo que pasa en México, y qué mejor si es en forma de cómics de calidad. Sin embargo, es momento que las voces que viven en México también se escuchen y se les estimule a narrar lo que está sucediendo en el país. Todo adolescente sabe que la capacidad y libertad para definir la imagen propia es un acto de independencia. Definir la apariencia propia (la forma en que uno se representa ante sí mismo y ante los demás) es parte clave del desarrollo de los individuos y las naciones.

Hay una violencia simbólica en el hecho que los ciudadanos de un país no sean capaces de dar a conocer sus propios relatos directamente. Las historias pertenecen al mundo y a la humanidad, sí, pero también son aquellos que viven afectados por un estado de cosas quienes deben tener el derecho a expresarse. El debate es complejo, y en el campo de la literatura no es algo nuevo. En el medio del cómic, sin embargo, aún queda mucho por discutir.

de Viva la Vida

*con un agradecimiento a Gabriela Meján, por enseñarme sus cómics


Alberto Chimal: «Lo mejor que hay en todo esto es esa posibilidad de compartir»

En esta entrega de Derivaciones platicamos con Alberto Chimal. El propósito de la serie es dar a conocer un poco más la labor de quienes hacen usos constructivos de las herramientas de la red en el contexto mexicano. Aquí Alberto conversa con Ernesto Priego.

SinLugar: ¿Cómo concibes tu trabajo en la red?

Alberto: Como parte del resto del trabajo. Hace tiempo que no me es posible trazar una división clara entre «en línea» y «fuera de línea». En especial en años recientes, mucho de lo que he hecho en línea se ha convertido en el origen de varios proyectos. Por otra parte, también me es muy claro que esta fusión es, en el mejor de los casos, ilusoria: no nos trasladamos a otro lado cuando nos «conectamos»: si acaso, nos extendemos, tocamos eso otro.

SinLugar: Para quien no conoce lo que haces, ¿de qué tipo de trabajo estamos hablando?

Alberto: Sobre todo, trabajo de escritura. Colaboro en algunas revistas, tengo varios libros publicados y otros en proceso, y mantengo tanto un blog literario como la proverbial cuenta de Twitter. Lo que escribo es primordialmente narrativa, y empezó como una serie de proyectos muy librescos, pero eso fue hace mucho tiempo y ha ido ampliándose en direcciones que no preví.

No nos trasladamos a otro lado cuando nos «conectamos»: si acaso, nos extendemos, tocamos eso otro.»

SinLugar: Creo que tu identidad digital la tienes muy bien perfilada… ¿qué tan importante crees que es para los escritores actualmente hacer uso de las herramientas del Internet?

Alberto: Se está volviendo cada vez más necesario, creo. En parte se debe a la mera presión social (todo el mundo las está usando), pero también a que lo que nos toca escribir tiene que relacionarse de algún modo con esta, digamos, esfera de comunicación en la que las herramientas nos permiten interactuar.

Es un cliché (pero es verdad) decir que la literatura debe recrear todos los grandes temas, todo lo que se ha dicho ya, porque si ellos no se renuevan, las sociedades sí, al igual que las lenguas. La red es el lugar donde se desarrollan las nuevas sociedades y lenguas; por lo tanto no podemos darle la espalda.

La presencia de la red puede volverse determinante y lo será, en todo caso, a partir de su relación particular con el lenguaje.»

SinLugar: Sin embargo no es cuestión de usarlas sólo porque sí… es decir, «todo mundo las está usando», pero no todo mundo las usa igual. ¿Crees que hay una especificidad del uso de las redes por parte de los escritores, o que la debe haber?

Alberto: Precisamente lo que puede hacer el escritor es, entre otras cosas, sondear, matizar, explicar qué significa exactamente esa frase que pones entre comillas. El escritor es especialista en utilizar el lenguaje: parte de su trabajo está en examinar y comprender cómo lo utilizan otros. Desde luego, que pueda hacerlo no quiere decir que «deba hacerlo» en el sentido de que la red se vuelva su único tema literario; lo que quiero decir es que, sin importar cuál sea su tema, la presencia de la red puede volverse determinante y lo será, en todo caso, a partir de su relación particular con el lenguaje.

SinLugar: Tú eres alguien que tiene un bagaje literario plenamente internacional, se nota en tu actividad en red y en tu trabajo publicado. Como miembro de una generación que crecimos sin internet, ¿qué tanto crees que la red esté promoviendo una nueva cultura literaria en México, menos parroquial o nacionalista? ¿Hay algo de eso o no?

Alberto: Hay mucho de eso, pero probablemente no se nota tanto como debería porque la red mexicana, digamos, se usa para promover al mismo tiempo todo lo demás: todas las posturas convencionales, parroquiales, cerradas de otras épocas. Por otro lado, lo más destacado de las nuevas tendencias es, me parece, una especie de cosmopolitismo con dos centros: la literatura española y la estadounidense. (Y en especial, el mercado español y los estamentos críticos estadounidenses.)

SinLugar: ¿Y la literatura mexicana está interactuando con ellos? ¿Como grupo? O con casos aislados…

Alberto: Más de lo que podría parecer. No sólo hay autores mexicanos más o menos jóvenes que están logrando, por lo menos, publicar y darse a notar en editoriales españolas (lo que hace quince años hubiera sido impensable; de entre ellos, Yuri Herrera me parece uno de los más estimables) sino que, por otro lado, una revista como Hermanocerdo puede saltarse trabas de agentes y editoriales y publicar un dossier excelente de cuento estadounidense contemporáneo, para consumo del lector de habla española.

SinLugar: ¿Y esto lo atribuyes tú en parte a nuevas formas de interacción gracias a la red?

Alberto: Al menos, la red facilita las posibilidades de contacto e intercambio. Algo más que está sucediendo es la aparición de ciertos proyectos editoriales internacionales que en otra época habrían sido mucho más difíciles, y la mayoría están centrados en publicaciones virtuales. Un ejemplo es la serie de antologías que están haciendo autores como Salvador Luis, quien dirigie la revista losnoveles.net y cada tanto puede convocar a autores que conoce por esta vía para proyectos impresos.

SinLugar: ¿Cómo comenzó el concurso de Las historias?

Alberto: Un poco por azar, como acostumbra suceder… Estaba buscando algo que hacer para volver a mi bitácora más estructurada y explorar un poco más profundamente lo que se puede hacer con el blog. La primera imagen que propuse la eché «al aire», sin proponerla como un concurso, y no tuvo ninguna respuesta. De hecho el concurso comenzó propiamente con la segunda entrega, que quedó etiquetada como concurso y «enmarcada» con bases y la idea de un premio. Y a partir de allí no he dejado de hacer una nueva convocatoria prácticamente cada mes.

SinLugar: ¿Y cada mes hay respuesta?

Alberto: Sí, con las altas y bajas que cabe esperar. En los mejores meses los lectores han enviado más de un centenar de trabajos y has discutido los concursantes con ahínco, lo que me parece muy satisfactorio.

Pienso en Las historias como en una bitácora de creación literaria, práctica más que teórica y, desde luego, que informativa en el sentido convencional (apenas llego a publicar «noticias» en el sentido convencional). Parte de lo que me gusta del concurso y de algunas otras secciones es que sirven para alentar la escritura creativa (no reactiva) de otros.

SinLugar: Siempre me ha gustado de tu propuesta que «no es todo sobre tí» sino que también catalizas el trabajo de otros. Inspiras. Creo que esto se facilita al usar plataformas como el blog, permitiendo comentarios, tuiteando, compartiendo vínculos, etc.

El blog todavía le gana a las redes sociales; Facebook tiene una estructura demasiado rígida, por ejemplo, y Twitter es difícil de sondear hacia atrás, hacia el pasado.»

Alberto: Gracias. Es cierto: lo mejor que hay en todo esto es esa posibilidad de compartir. Una idea que me gusta es la del blog como «cámara de maravillas»: acopio de todo lo que pueda interesar a una conciencia particular, de modo que esté disponible para que un visitante lo vea en el orden que quiera y encuentre puntos de contacto que el propio creador (coleccionista, curador) no ha previsto. (En esto el blog todavía le gana a las redes sociales; Facebook tiene una estructura demasiado rígida, por ejemplo, y Twitter es difícil de sondear hacia atrás, hacia el pasado.)

SinLugar: Quisiera que nos platicaras cómo es que a tí se te da esto que no veo que sea una actitud generalizada; la de construir compartiendo e inspirando, en el contexto de la escritura, de la literatura en México.

Creo que a los escritores en México, a la mayoría, les da miedo perder su estátus si publican en la red… y mucho menos darían espacio a que otros (potenciales competidores) escriban también…

Lo mejor que hay en todo esto es esa posibilidad de compartir. Una idea que me gusta es la del blog como «cámara de maravillas.»

Alberto: Por desgracia es verdad que la idea de competencia es muy fuerte. Es notable que muchas bitácoras de escritores están como un escaparate más que como una posibilidad de interacción. Pero esa es cuestión aparte. En lo que a mí concierne, creo que todo viene de cómo se engrana lo que hago en la red con mi trabajo de tallerista y de profesor y, sobre todo, con los temas que me interesan para enseñar y para trabajar.

Mucho de lo que hago tiene que ver con la literatura fantástica y otras que se consideran «marginales» por el «establishment» literario nacional. Así que buena parte del trabajo, desde que comencé, ha sido intentar contrarrestar numerosos prejuicios heredados. Para esto, entre otras cosas, sirve la difusión, el compartir información.

Al poder político, como es evidente, le importa poco todo esto.»

SinLugar: ¿Qué tipo de prejuicios heredados? ¿Los puedes ennumerar?

Alberto: Algunos de los más relevantes son:

1. La idea de que la narrativa mexicana es «naturalmente» realista y orientada a la discusión o la metaforización de lo político.

2. La idea tradicional del intelectual como el estatus «ideal» de un escritor: la idea de que lo fundamental es que el trabajo influya en las élites y permita el acceso al poder.

3. El prejuicio que favorece a los géneros narrativos «puros» y en especial a la novela, entendida como se entendía (por lo demás) en el siglo XIX.

Ni siquiera en esta época (en que al poder político, como es evidente, le importa poco todo esto) se han dejado de lado las concepciones del arte como subordinado a ese poder y regido por el conjunto de dogmas verticales que imperaron durante la mayor parte del siglo pasado.

SinLugar: Me parece que poco a poco, desde tus espacios, has ido creando una importante insurrección…Me gustaría que más gente lo reconociera. Porque uno pensaría que sigue rigiendo la idea que se es escritor para acabar siendo agregado cultural, o al revés…

Alberto: Justamente ese es el problema con esos prejuicios, que, por lo demás, tienen el efecto adicional de ocasionar desconfianza o desprecio por la figura del escritor, a quien se ve en muchas ocasiones como un parásito.

Una ventaja de la red es que es posible contrastar muchas visiones diferentes de las cosas.»

SinLugar: Sin embargo existe esa idea entre mucha gente… pero me gusta que no te dejas abatir por ese tipo de cosas. Muchos hubieran dejado lo del concurso a la primera al ver que no había respuesta… pero insististe.

Alberto: Una ventaja de la red es que es posible contrastar muchas visiones diferentes de las cosas. Y la ventaja (a la vez que la dificultad) de un espacio libre en la red es que es posible ensayar muchas posibilidades sin que haya el peso (o la obligación) de entregar una «obra terminada» en el sentido tradicional.

Una de las grandes posibilidades todavía sin explorar de la red en México tiene que ver con el apoyo de la distribución de los libros.»

SinLugar: Sí. El otro día ví que a través de un tuit un lector tuyo se puso en contacto contigo y conseguiste que la editorial le consiguiera uno de tus libros… Antes eso hubiera tomado meses…

Alberto: Eso estuvo buenísimo. Me encantaría que contactos así se volvieran más frecuentes, porque una de las grandes posibilidades todavía sin explorar de la red en México tiene que ver con el apoyo de la distribución de los libros, que en general tiene (como sabes) muchísimas dificultades. Y ni hablar de lo que podría suceder, cuando la tecnología empiece a abrirse paso de veras, con los libros electrónicos.

SinLugar: Así es. Se habla de la brecha digital, pero al mismo tiempo la polarización social es tal que los lectores de ciertos libros impresos sí tienen acceso a ciertas tecnologías… (pero no a libros). Hay más internet cafés en México que librerías. La red y libros en plataformas digitales podrían acercar, en lugar de alejar, a potenciales lectores con libros nuevos o recientes de autores mexicanos de los que han oído hablar pero que son de carácter casi mítico en sus localidades…

Alberto: Cierto. Y el problema es más apremiante porque sucede también con autores más o menos «canónicos», incluyendo muchos que se encuentran en los planes de estudio de las escuelas. El texto más visitado de Las historias, por ejemplo, es un cuento de Amparo Dávila, una autora extraordinaria cuyos libros se distribuyen poquísimo. Y en los comentarios del sitio se ve cómo muchos lectores vienen a buscar «el resumen», «la esencia», «el mensaje» del cuento, que es lo que acostumbran pedir muchos profesores.

SinLugar: Sí. Y seguro el texto no está en sus bibliotecas, o no hay la costumbre de ir a la biblioteca (o no hay biblioteca) o no la saben usar y Google está ahí a la mano… Es decir, en las bibliotecas pasa también. Hay más demanda de copias de libros introductorios, explicativos, sobre ciertos autores que las obras propiamente. Ahora, cuando esos libros no existen…

La idea de la lectura que tiene el sistema educativo nacional es la de un proceso estrictamente utilitario, sin placer ni creatividad.»

Alberto: Exacto. Y el problema se agrava porque la idea de la lectura que tiene el sistema educativo nacional es la de un proceso estrictamente utilitario, sin placer ni creatividad: encontrar la información que se pide y ya.

SinLugar: Pero tú has creado una comunidad alrededor de tu blog y tus clases y tus tuits donde hay placer por la lectura y la escritura. ¿no?

Alberto: Así lo espero… Ese placer es de las cosas que más me alentaron a dedicarme a esto.

SinLugar: ¿Algún último comentario para cerrar la conversación?

Alberto: Releyendo lo que hemos conversado pienso en esto: otro prejuicio muy asentado en México alrededor de la literatura es que se trata de una actividad cuyo único sentido está en su «producto»: como influye en otros, cómo se vende, cómo se percibe, cómo impulsa el estatus (el «standing«) del escritor.

Tal vez sea por esto que, al contrario de lo que sucede en otros países, en México apenas se hable de creación literaria, de la parte práctica del asunto. Aquí apenas tenemos literatura sobre el asunto: nos falta nuestro John Gardner (y nuestro Gordon Lish).

En cambio, parte de lo mejor que he podido descubrir en estos años es una disposición para abordar la escritura como camino, por así decir: como proceso de (auto)descubrimiento y de relación con el mundo. Se da en la red y esto es de lo más interesante que pasa en ella, al menos para mí.

Como dicen en Tuíter, «pues eso»…

La entrada de Wikipedia sobre Alberto Chimal está aquí.

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